sábado, 12 de noviembre de 2016

Carta a un insomne



Querido insomne, te he estado observando ya hace algún tiempo.

Te conozco desde que tengo uso de razón, y tu mirada ha cambiado terriblemente con el paso de los años.
Recuerdo que, cuando eras sólo un infante, tenías un brillo en tus ojos. Ya no puedo ver casi nada de él en esos pozos que tienes en la cara. Son dos pozos sin fondo, sin vida, sin esperanza, ni ilusiones.
Querido insomne, también he visto cómo tus noches se han hecho más largas. Los días, en cambio, se te van en un parpadear. La forma en que el tiempo transcurre para ti ha cambiado de sobremanera.
A medida que crecías, me daba cuenta que cada día eras una persona más triste, cada día reías menos y llorabas más. En ese momento aún no sufrías de insomnio, de hecho, descansabas con bastante frecuencia.
Finalmente, el insomnio te alcanzó, querido insomne. Al principio sólo despertabas un par de veces en las noches, luego comenzaste a despertar muchas veces.
También me doy cuenta que has estado bebiendo, algo que nunca en tus veintidós años de existencia habías hecho. No bebes a diario, pero bebes semanalmente.
Bebes mucho, no para divertirte, sino para ahogar esa carga que llevas por dentro, eso que te come desde las entrañas.
Te estoy viendo envejecer, insomne. Veo cómo tu rostro juvenil madura, veo cómo las ojeras, producto de tantos días sin descanso, van cubriendo tu rostro con lentitud, pero con firmeza.
El deterioro físico apenas es notable, pero el deterioro mental es desmedido.
Bebes mucho, comes poco, duermes poco. ¿Qué pasa contigo, insomne? El café se ha vuelto el sustento de tus días.
Ya casi no sientes hambre, de vez en cuando te da sed y estás al borde de un colapso.
Pasas las madrugadas llorando, llorando como cuando tenías 14 años, insomne. Y es triste verte así, sin consuelo. Pidiendo a gritos un abrazo, una caricia sincera, una razón para creer que, a pesar de todo, el mundo no es tan malo como te lo pintan.
También trabajas mucho, insomne. Casi no sales, ya no ves a tus amigos con tanta frecuencia y derrochas todo tu dinero en cosas que realmente no necesitas. ¿Qué demonios es lo que quieres? ¿Tratas de matar lo que sientes por dentro, o tratas de matarte a ti mismo?

¿Por qué te haces tanto daño?

No hay comentarios:

Publicar un comentario